Múltiples y variadas son las
causas que pueden dar lugar a la pérdida de la iniciativa en la fase inicial de
la partida.
Son tantas, que en realidad
resulta imposible enumerarlas y mucho menos tratarlas todas en un libro que no
sea enciclopédico.
Somos de la opinión, sin
embargo, de que todas ellas, o al menos la mayor parte, pueden enmarcarse en
unas pocas causas primarias -llamémosla así- que las originan:
1. La violación de los principios generales establecidos para la
realización de las aperturas.
2. La subestimación o sobrestimación del adversario en la fase
inicial del juego.
3. La insuficiente
atención a las diferentes posibilidades que se presentan en el
transcurso del planteamiento, como la consecuencia de los niveles de
conocimiento que sobre una línea o variante, se poseen o, a veces, se estiman
poseer.
Son precisamente estas causas
primarias de la pérdida de la iniciativa durante la apertura las que en sus
distintas formas se manifiestan en el desarrollo de las veinte partidas que
abarcan este capítulo. Esperamos que el estudio que inmediatamente
emprenderemos de las mismas, sirva de real provecho a quienes desean
perfeccionarse en el ajedrez, tomando como base de su superación los modelos
inigualables que a todos los que amamos este noble juego nos legara José Raúl
Capablanca.
De él se ha dicho que fue un
campeón que conocía poco las aperturas. Pero también hay que decir que poseía
una extraordinaria habilidad para aprovechar con precisión los mínimos errores
de sus contrincantes en la fase inicial del juego, independientemente del
planteo específico que éstos adoptaran.
Así, Capablanca demostró que
no se trata sólo de conocer aperturas y variantes, sino que es necesario, sobre
todo, saber expresar en ellas los firmes valores estratégicos sobre los que
descansa la partida de ajedrez desde su mismo inicio.
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